Milei, los jóvenes y su impacto en el tablero de la derecha argentina

Aunque las encuestas indican que no ganó más adhesión, la derecha no es un gigante con pies de barro. Seis expertos hablan de sus votantes, de los jóvenes y sus disputas al interior del espacio; de parentescos globales y de una novedad en el campo político de la nueva derecha: la capacidad de fusionar dos tradiciones que hasta ahora estaban en competencia.

Javier Milei cumplió un mes de gobierno. No queda una sola consultora que sostenga que su administración haya ganado, en el paso del discurso de campaña a la gestión, un mayor apoyo de la sociedad. La salvaje desregulación de la economía –su reflejo en la suba del precio de los alimentos, de los alquileres, de la nafta, de las coberturas de salud– deterioran las condiciones de vida de los sectores medios y populares, como un lastre difícil de remontar. Sin embargo, la nueva derecha no es un gigante con los pies de barro. Seis investigadores hablan en esta nota sobre los votantes de La Libertad Avanza, sus diferencias con otros votantes de derecha en América Latina y una cuestión de fondo: ¿cuáles son los valores que conectaron a la rancia derecha conservadora con los jóvenes hoy seducidos por la idea de un capitalismo sin ley?

No hay una única identidad de derecha que explique la base del mileísmo. El sociólogo Daniel Feierstein señala que “la movida de la nueva derecha que logra usufructuar Milei está hecha de muchas corrientes distintas. No se trata de algo homogéneo”.

Entre esas corrientes destaca dos especialmente novedosas. “La primera (la propiamente libertaria o anarco-capitalista) es la que ha reunido jóvenes interpelados por las ideas de un capitalismo sin normas, reacciones que responden a una profunda crisis de valores. La segunda, de carácter neofascista y formada por intelectuales como Nicolás Márquez o Agustín Laje, expresa una profunda disputa cultural con un progresismo que hace años ha perdido el rumbo y tiende a repetir mantras de una izquierda cultural que ya no representa los intereses y necesidades de los sectores más humildes. En la articulación de estas dos corrientes con grupos más clásicos de derechas conservadoras, liberales o nostálgicas del menemismo o de la dictadura y sectores políticos oportunistas que se sumaron a la ola, es que se constituye este nuevo movimiento político”.

El investigador Gabriel Kessler apela a un concepto similar, el de “heterogeneidad ideológica”, para explicar las bases sociales sobre los que se asienta Milei. Kessler apunta que esta derecha es parte de un proceso que se dio en la región y no sólo en la Argentina. Entre 2021 y 2022, junto a Gabriel Vommaro, realizó grupos focales con votantes de Argentina, Brasil, Colombia, México y El Salvador, y en 2022 hizo otro estudio centrado en el AMBA; todas estas indagaciones se enfocaron en entender la polarización y otras configuraciones ideológicas. Ahora, Kessler señala que “un rasgo común entre votantes de derecha y extrema derecha en los países de la región es su heterogeneidad ideológica, mayor que entre los votantes progresistas”.

Esto desarma el síndrome clásico del votante de derecha que era conservador en lo cultural y liberal en lo económico. En primer lugar, porque la modernización cultural, en particular en cuestiones de género, alcanzó a gran parte de la derecha y, también en algunos casos, la preocupación en temas ambientales. Eso abrió la posibilidad de que distintos públicos apoyaran a candidatos de derecha y extrema derecha, por estar de acuerdo con su líder en algún tema y no con otros”.

Los jóvenes y el apoyo a Milei

En el libro “Está entre nosotros”, Melina Vázquez analiza la construcción y constitución del militante joven de Milei. “Observo varias capas”, dice a Página/12. “Por un lado, están quienes venían de una militancia más vinculada con espacios liberal-libertarios, incluso algunos desencantados con el PRO, que empiezan a participar, por ejemplo, en la campaña de José Luis Espert en 2019. Era un grupo de jóvenes en busca de un espacio de representación política vinculado con el liberalismo, entendiendo que en ese momento el liberalismo era minoritario. Ahora ven esta expansión del liberalismo como un espacio que alberga un proyecto político mucho más amplio y popular. Esa es una minoría que ya participaba políticamente y se encuentra a Milei en espacios vinculados con Espert.”

Otra capa está conformada por un grupo más conservador que empieza una militancia asociada a las manifestaciones contra el aborto en 2018 y abraza una agenda más amplia vinculada, por ejemplo, con la oposición a la ESI”.

“La tercera capa tiene que ver con una retórica anti-Estado que empieza a surgir con la experiencia de la pandemia junto con la idea de libertad, que no es estrictamente ideológica, sino que expresa una experiencia”.

“La capa más reciente se conforma en 2023, asociada a la contienda electoral”, concluye Vázquez. Recuerda que, desde hace varios años, sobre todo con las elecciones presidenciales, “se observa el ingreso a la militancia político-partidaria por parte de jóvenes. Este año aparece muy fuertemente una densificación organizativa en la conformación de grupos de chats, entre lo presencial y lo virtual, y en el armado partidario de LLA”. Vázquez retomará más adelante este dato, el de las camadas de jóvenes que entran a la política en las elecciones presidenciales, con una hipótesis desafiante.

El huevo de la serpiente

Desde el punto de vista de la estrategia desplegada por Milei, algunos autores encuentran en Murray Rothbard, autor de referencia para el Presidente, la idea fuerza de un “populismo de derecha”: un movimiento capaz de llegar a las masas directamente y fijarse como enemigo a las élites políticas, –“la casta”, en lenguaje de LLA.

Martín Vicente es uno de los coordinadores de los dos tomos de “Las derechas argentinas en el siglo XX” y autor, junto a otros especialistas, del libro Está entre nosotros. ¿De dónde viene y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?.

Sobre de dónde viene el mileísmo, afirma que “las derechas argentinas se caracterizaron por una división entre sus dos grandes familias, la liberal-conservadora (que entiende la política en términos republicanos, la economía en sentido capitalista y la cultura de modo elitista y cosmopolita) y la nacionalista-reaccionaria (políticamente autoritaria, económicamente corporativista y culturalmente tradicionalista y esencialista)”.

Ambos sectores entraron en competencia por hegemonizar el campo de las derechas y pasaron, también, por momentos de colaboración. “La competencia, sin embargo, se diluyó rápidamente con el retorno democrático en 1983, cuando el nacionalismo-reaccionario quedó en los márgenes y el liberalismo-conservador, ya volcado al neoliberalismo, supo competir en democracia, dejar atrás su anti-populismo y sumarse a gobiernos peronistas y radicales, así como formar partidos con éxito electoral”, recuerda el experto.

“En cambio, La Libertad Avanza, autocentrada en los bordes del neoliberalismo (desde su asunción del libertarianismo), recurre a un efecto ´fusionista´ que le permite coaligar ideas, referencias y actores de diversas derechas, reposicionando las relaciones entre la tradición liberal-conservadora y la nacionalista-reaccionaria: de allí la novedad, así como tonos muchas veces marcados por fenómenos previos”.

“Por ese fusionismo, que Javier Milei toma de la estrategia del ´populismo de derecha´ de Rothbard (el autor con el que dijo ver la luz), pueden convivir en su plexo el horizonte anarcocapitalista del propio Milei con los tonos marciales de la familia militar en Victoria Villarruel, la militancia ´pro-vida´ de ciertos sectores religiosos con la posición favorable al aborto de activistas liberales, las formas estético-culturales propias del lenguaje de las redes sociales con símbolos conservadores, nacionalistas y tradicionalistas”

Melina Vázquez completa la idea de “fusionismo” propuesta por Vicente. Este término “evidencia que el espacio de las nuevas derechas está habitado por un conglomerado muy heterogéneo de personas en términos ideológicos, participativos, y de tradiciones, que encuentra un principio de articulación en ese gesto de oposición al Kirchnerismo y al progresismo en su conjunto. Pero las diferencias hacia dentro del espacio de Milei son importantes”, aclara. Por ejemplo, “desde 2021, han surgido espacios de mujeres liberal libertarias dentro de La Libertad Avanza que discuten con el nicho más conservador su oposición a la IVE.”

El fondo y la forma

En cuanto al estilo de comunicación, Amparo Marroquín, decana de Ciencias Sociales de la Universidad Centroamericana (UCA, El Salvador) señala que la forma, en el caso de Milei, es tan o más importante que los contenidos: “A Milei, como a Nayib Bukele (caso en el que la investigadora se especializó) no se les debe comparar por lo que dicen y el tipo de acciones que hacen, sino por el método que los caracteriza: son escandalizadores natos en los temas escogidos (el ejército, la dolarización, las cárceles o la venta de órganos), son fervientes y disciplinados clientes de la comunicación política de redes y enganchan de forma emocional con grandes sectores marginados de la población. Todas estas son acciones que el pensamiento progresista no consigue entender, porque sigue con un contrato civilizatorio del siglo pasado, de la racional modernidad. Bukele y Milei son exceso y hartazgo. No se trata de lo que digan sino cómo lo señalen lo que importa”.

El uso de las redes es también destacado por Ernesto Calvo, profesor de la Universidad de Maryland y estudioso de la conformación de comunidades ideológicas y afectivas que se conforman en el espacio digital. “En los últimos cinco años hemos visto el surgimiento de una comunidad internacional Libertaria de extrema derecha que combina cuentas domésticas, granjas pagas, influencers regionales y operaciones de inteligencia”, observa. “Vínculos entre José Antonio Kast, Eduardo Bolsonaro y Javier Milei a nivel de élites tienen su correlato en las redes sociales, donde cuentas que apoyan a cada uno de estos candidatos participan activamente de la política en Chile, Brasil y Argentina”.

“Si bien los medios tradicionales de Estados Unidos dieron muy poca visibilidad a la campaña y la elección de Javier Milei, el conjunto de medios trumpista en Estados Unidos activamente siguió y celebró el resultado de la elección en Argentina. Esto incluyó los visibles mensajes de Donald Trump y la extensa entrevista realizada por Tucker Carlson, pero el entusiasmo del trumpismo en Estados Unidos se expandió al vasto universo de bloggers, podcasters y la red de canales de YouTube, donde la extrema derecha tiene una enorme presencia. Si bien la familia Koch ha disminuido su financiamiento a esta red de extrema derecha, en parte como resultado del asalto al Congreso de Estados Unidos el 6 de enero del 2020 y como estrategia para limitar la influencia de Donald Trump en el Partido Republicano, la vasta red de medios y cuentas en redes sociales tiene suficiente autonomía para financiarse a través de su vínculo con la política y su crecimiento orgánico entre votantes de Estados Unidos y América Latina.

Paradojas

Las características de quienes eligieron a Milei, ¿le jugarán a favor, como un sostén a su figura, contrapesando los daños que ya se ven en lo social y de la creciente dificultad de la vida? Es posible: la idea de mérito, el punitivismo, el individualismo al mango son los valores que priman entre los votantes de LLA; pero Feierstein opina que los valores de las nuevas derechas atentan incluso contra la idea de “cualquier noción de comunidad”.

“La ofensiva cultural de estas nuevas derechas ha aprovechado algunos problemas del progresismo contemporáneo (la esencialización identitaria, los falsos igualitarismos, el desprecio por problemáticas como la inseguridad) para recuperar nociones como el mérito, la importancia del esfuerzo o las jerarquías, el orgullo por la propia identidad, el rol del orden, entre otras cosas. Es así que la mayoría de los ataques buscan señalar que, en la búsqueda de los derechos de las minorías, se ha relegado el interés y la lucha por la situación de las grandes mayorías. El tema es que en general se hace desde un individualismo exacerbado que, a diferencia de los fascismos del siglo XX, no solo reniega de la comunidad existente sino de cualquier noción de comunidad. En esto, se trata de una reacción particularmente original y, al mismo tiempo, particularmente peligrosa para la persistencia del lazo social.

Melina Vázquez considera que el rechazo a todo lo estatal no tiene un origen solo ideológico, sino que en el caso de los jóvenes deriva de experiencias de lo real. La especialista agrega una hipótesis provocadora: “Estos jóvenes militantes del espacio de derecha que lidera Javier Milei son, en algún sentido, hijos del Kirchnerismo; aprendieron a participar a la luz de un conjunto de políticas públicas que tenían como propósito enseñar a participar a las juventudes. La paradoja que surge es: mientras que el kirchnerismo tuvo una interlocución y un llamado tan potente a las juventudes, buena parte de ese llamado se hace eco en espacios políticos ideológicos muy diferentes. Esto yo lo observé anteriormente con jóvenes del PRO y con jóvenes de la juventud socialista, que de alguna manera compartían algunos elementos con la militancia juvenil kirchnerista, haciéndose eco de esta ampliación de derechos y además encontrando en esos tres casos experiencias donde se vuelve a ser potente la participación político-partidaria y donde la cuestión de ser parte de la gestión alimenta activismos y compromisos militantes en un contrapunto muy marcado con los años 90. Leo esta militancia libertaria en una solución de continuidad como juventudes que aprendieron a participar, por izquierda y por derecha, y de esa gimnasia participativa también surge esta posibilidad de involucrarse, aunque en un espectro ideológico muy distinto. Pero claramente estos jóvenes libertarios miran con mucha admiración la capacidad del kirchnerismo de construir organización, formación política, movilizar políticamente a distintos sectores. Saben que eso les falta y están construyendo ese músculo militante al calor de los hechos”.

Por Natalia Aruguete

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