La muerte del papa Francisco marcó el fin de una era en la Iglesia Católica

El sumo pontífice, nacido como Jorge Mario Bergoglio, falleció dejando un profundo impacto en los más de 1.300 millones de fieles alrededor del mundo. Su liderazgo estuvo marcado por la cercanía con los más necesitados, la lucha contra los abusos dentro de la Iglesia y una visión reformista que generó admiración y controversia.

Su voz resonó en crisis globales como Ucrania y Gaza, defendiendo a los migrantes, denunciando la desigualdad y las injusticias sociales; así como promoviendo el diálogo interreligioso.

Su liderazgo dejó una Iglesia con mayores retos, pero también con una mayor apertura a los tiempos modernos. Durante su papado, Francisco promovió una Iglesia más inclusiva y cercana a los marginados y las comunidades excluidas como los migrantes.

Desde su elección en 2013, trabajó para modernizar la institución, impulsando cambios en temas sociales, ambientales y económicos. Su encíclica Laudato Si’ dejó una huella imborrable en la conciencia ecológica mundial, y su constante llamado a la paz lo convirtió en una figura clave en la diplomacia internacional.

En ese contexto, el Vaticano vivió un pontificado de Francisco marcado por desafíos y transformaciones. Bajo su liderazgo, se emprendieron reformas financieras en la Santa Sede, se fortaleció la lucha contra la corrupción y se abrió el debate sobre temas sensibles como el rol de la mujer en la Iglesia y los derechos de la comunidad LGBTQ+.

Con su muerte, la Iglesia Católica inicia un nuevo capítulo en su historia, en el que se definirá la continuidad o el cambio de sus reformas. Su huella perdurará en la memoria de millones que lo vieron como un líder espiritual, un reformista y un defensor de los más vulnerables.

La Vanguardia

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