La meta oficialista de pulverizar: Una mirada francesa sobre el fin de la clase media argentina

Agustina Bovi tiene dos trabajos pero no puede gastar en deporte ni ocio. Samanta Gómez ya no puede pagar por educación ni salud: la clase media, emblema histórico de una Argentina igualitaria, se está hundiendo bajo el peso de la inflación y los ajustes.

«Este es mi mejor trabajo y mi peor momento económico», dice Bovi, una cocinera de 30 años que trabaja en un restaurante vegano de moda con seis mesas en Buenos Aires.

Combina esta tarea con otro trabajo nocturno, pero aún así no llega a fin de mes porque no hay clientela. El volumen «de gente que había hace tres meses era el doble que ahora. Y eso se siente un montón. Se siente en nuestros sueldos».

Desde la asunción del presidente Javier Milei en diciembre a febrero, la inflación acumulada superó el 70%. En 12 meses, roza el 280% tras años de aumentos de precios, lo que redunda en un continuo desplome del poder adquisitivo y por ende del consumo.

«Los últimos tres meses tuve que cancelar ejercicio, salidas, todo lo que es ocio», cuenta Bovi a la AFP. «Hace mucho tiempo no puedo comprar ropa. Los gastos de casa son solo básicos. Tuvimos que cambiar marcas de dentífrico, desodorante. Ahora es ir al súper y buscar lo más barato y resignar cosas».

«Me consideraba de clase media hace tiempo. Ahora siento que la gente que antes éramos de clase media somos de clase baja o pobre», afirma la joven, rodeada de sartenes, ollas y heladeras. «No puedo darme el lujo de tomarme una semana o parar».

Un emblema nacional naufraga

El declive de la clase media argentina, un ejemplo de movilidad social ascendente en Latinoamérica, precede a Milei.

Ezequiel Adamovsky, historiador especializado en el tema, explica que la clase media argentina se ha estado encogiendo desde hace 50 años hasta perder las bases que una vez hicieron próspero al país.

Pero la situación se ha agudizado desde que Milei recortó subsidios al transporte, combustible y tarifas de servicios, y eliminó regulaciones que ponían límites a contratos de alquileres y precios de la salud privada. Esto se sumó al golpe inflacionario causado por una devaluación de 50% a pocos días de tomar el poder.

En consecuencia, desde entonces los salarios perdieron una quinta parte de su poder adquisitivo (18%), en su peor caída desde hace 21 años, según el oficial índice RIPTE. La pobreza alcanza casi a seis de cada 10 argentinos.

«Los salarios han tenido una caída inédita», dijo Adamovsky. «No había habido una caída tan veloz en los niveles salariales desde la época de los militares» (1976-1983).

Actualmente, la clase media «no es una clase homogénea» sino más bien «una colección de fragmentos, como los restos de un naufragio», añadió. Uno de sus íconos era Mafalda, la astuta niña de la tira cómica de igual nombre del dibujante Quino (1932-2020).

Esta transformación no es solo cuantitativa sino también ideológica. Ahora gastos públicos en salud y educación, así como los subsidios a la cultura y a la investigación, son «atacados y culpabilizados como los males del país», según Adamovsky. «Y eso es un cambio cultural muy fuerte».

«Si Mafalda viera el país de hoy no lo reconocería como el país en el que vivió hace 60 años», señaló el historiador a la AFP.

«Mi cabeza colapsó»

Es el caso de Samanta Gómez, una enfermera de 39 años que debió transferir a sus tres hijos de una escuela privada a una pública por el incremento de precios en las cuotas y que también suspendió cualquier actividad recreativa que implique un gasto. «Solo vamos a la plaza», relata.

«Antes vivía de una manera más controlada y de golpe vino un tsunami y arrasó con nuestras vidas que llevábamos hasta diciembre como normal. Ahora hubo un cambio de 180 grados», señala la mujer, que sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) en febrero.

«Creo que mi cabeza colapsó por la preocupación económica, la salud de los chicos, el colegio y el día a día de ellos», solloza.

Ahora «la leche te sale más de 1.000 pesos (1,15 dólares) el litro y mis hijos una leche te la toman en media tarde», explica Gómez, en cuyo hogar el ingreso mensual es de 400.000 pesos (460 dólares).

«Antes llegabas a fin de mes, podías comprarle a tus hijos lo que querían y necesitaban. Ahora cada día aumentan más las cosas», lamenta.

Por Martín Raschinsky

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