Un informe encontrado en Brasil permitió su identificación. Gabriel Kesler fue detenido 50 años después por haber contribuido con secuestros, desapariciones y asesinatos. La fiscalía de Santa Fe y las querellas reclaman su procesamiento.
Tenía 24 años, pero parecía que había vivido varias vidas. El 7 de noviembre de 1979, se sentó a terminar el informe en el que detallaba cómo había sido su infiltración en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Para entonces, estaba afincado en Sao Paulo, Brasil, y se mantenía enfocado en quienes escapaban de la dictadura buscando refugio en otros países. En ese escrito, él, el infiltrado, se jactaba de haber provocado la caída de 147 compañeros y de haber dictado conferencias ante agentes de la Policía Federal Argentina (PFA) explicando cómo penetrar en las filas del enemigo.
Esta historia podría no haber salido a la luz, pero emergió. En 2014 se encontró un documento titulado Operacao Gringo en la causa de Paulo Malhaes, un militar que fue asesinado después de declarar ante la Comisión de Verdad de Brasil. Ese documento tenía varios anexos: uno dedicado al PRT-ERP que incluía el informe del infiltrado.
En su escrito, él no revelaba su verdadera identidad, pero relataba cómo fue creciendo como militante hasta ganarse la confianza de los cuadros dirigentes de la organización que tuvo como máximo referente a Mario Roberto Santucho. Daba algunas máximas, como quien cree que la suerte le sonreirá para siempre: “Tener bien en claro que para cumplir el objetivo propuesto no solo era necesario ser un buen agente infiltrado y proveer algunos datos importantes o no. Era preciso ser el mejor entre ellos para ir escalando posiciones dentro de la organización».
Todo comenzó en 1968, cuando arrancó la secundaria en un colegio de la provincia de Santa Fe. Al año siguiente, lo eligieron presidente del centro de estudiantes. Decía que las agrupaciones políticas coqueteaban con él, pero no lograban atraerlo. “Llegó 1972, me proponen trabajar para el Servicio de Inteligencia del EA (Ejército Argentino), lo cual acepto a pesar de contar con solo 16 años de edad y sin pedir salario alguno”, relató.
En primer lugar, ingresó al Frente Estudiantil Secundario Antiimperialista Revolucionario (FESAR), que estaba vinculado al PRT. Después le propusieron sumarse al partido. A mediados de ese año, se incorpora a un comando del frente militar de la organización.
En 1973, pasó a ser un militante de tiempo completo y se sumó al comando “Jorge Alejandro Ulla”. Ese año, tuvo su golpe de suerte: la dirección regional del PRT resolvió mandarlo a la Escuela de Cuadros. Hizo un curso de quince días en la provincia de Córdoba, donde tomó contacto con militantes de otros puntos del país. “Cómo sería la confianza y jerarquía que había ganado que se me encomienda llevar a Buenos Aires todas las fichas personales que la organización tenía de sus miembros, en las que constaban todos los datos menos el nombre, lo cual contando con lo demás resultaba simple (de) averiguar para nuestro Servicio”, se vanaglorió.
Para entonces, se conformó la Juventud Guevarista y él pasó a integrar la mesa nacional de ese frente. Con ese nuevo puesto consiguió tener acceso a la cúpula del PRT. Dice que incluso llegó a conocer a Santucho. “Esperamos la gran reunión de organización en la Regional Santa Fe, donde llega a mis manos la lista de todos los militantes de ese frente, por lo que se resuelve crearme un atentado para que pase a otra regional”, cuenta.
El Ejército –según relata– se ocupó de que ametrallaran la casa de su familia. “El hecho repercute pues mi padre es un conocido empresario de la ciudad y mi novia, hija del presidente de la Bolsa de Comercio”, desliza.
Después del supuesto ataque, la dirección regional lo mandó a Buenos Aires. Estuvo allí hasta el 1 de mayo de 1974, cuando lo enviaron a Tucumán para que se entrenara con la compañía de monte. Lo detuvo la policía pero lo liberó al día siguiente “sin que la subversión se entere”. De Tucumán fue a Rosario para participar del quinto congreso del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) en calidad de representante de la Juventud Guevarista de la regional Buenos Aires,
En julio lo detuvo la Policía Federal Argentina (PFA), que no sabía que era un infiltrado del Ejército. Lo dejó ir a los pocos días. Sin embargo, la Triple A publicó una amenaza en su contra, y cumplió. “Me secuestran durante un día recibiendo golpes de picana eléctrica y cortes en el pecho”, recuerda.
“Ante el color que iban tomando los hechos, la superioridad da por terminado este trabajo mío, de casi tres años, y lanzamos la represión que en menos de un día terminó con la Regional Santa Fe del PRT, incluyendo su DR (dirección regional). Sobre una lista de 150 personas que teníamos confeccionada fueron detectadas, entre detenidos y muertos, 147 de ellas”, detalló con frialdad. Según sus cálculos, solamente habían sobrevivido él y un matrimonio que huyó, pero que lo tenían localizado en Francia.
Sus servicios no se terminaron entonces. En 1976 se infiltró en la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). Le interesaba detectar a los militantes de ese grupo que estaban dentro de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel) y de la Fábrica Argentina de Telas Engomadas (FATE). Su experiencia “terminó con la detención de todos los miembros del sector más los datos provenientes de los interrogatorios”.
Hasta febrero de 1979 estuvo abocado a otras tareas que no describe. En ese momento, comenzó la infiltración entre los refugiados. “He dictado conferencias sobre el tema, especialmente ante oficiales de la Policía Federal Argentina”, concluía su informe.
El nombre
Gabriel Kesler posteó por última vez el 14 de agosto. Al día siguiente, estaba detenido y declarando ante el juez federal de Santa Fe Reinaldo Rodríguez, que lo acusaba de ser partícipe necesario de secuestros, desapariciones y asesinatos. Para la justicia, él fue el personal civil de inteligencia (PCI) que se infiltró en el PRT.
Kesler negó todo. Dijo que jamás trabajó para el Ejército ni para otra fuerza de seguridad. Se preguntó cómo iba a trabajar si tenía quince años. “Sería muy precoz”, afirmó. Lo que sí declaró fue haber militado en el PRT. “Lo que quiero manifestar es que yo fui una víctima de lo que se me está imputando, pude haber sido uno más”, le dijo al juez.
En su indagatoria, Kesler resaltó que la estructura del PRT era muy compartimentada, que un militante podía conocer a tres o cuatro personas y que, además, no sabían los nombres reales sino que se llamaban por seudónimos.
Ni una palabra más. Kesler está alojado en la Unidad 34 de Campo de Mayo a la espera de que el juez Rodríguez decida si lo procesa.
Las pruebas
El fiscal general Martín Suárez Faisal, a cargo de la Oficina de Derechos Humanos del Ministerio Público en Santa Fe, pidió el procesamiento hace más de 40 días y detalló las pruebas con las que cuenta para entender que el infiltrado que escribía desde Sao Paulo es Kesler.
- Un antiguo militante del PRT declaró que Kesler era uno de los cinco integrantes del comando “Jorge Alejandro Ulla” al que hacía referencia el infiltrado;
- Otra exmilitante del PRT dijo haber conocido a un “Mario” que tenía las características físicas de Kesler;
- El padre era un “conocido empresario de la ciudad”. En efecto, el padre de Kesler era dueño de la talabartería “El Bagual”, ubicada en 9 de Julio y Mendoza en el centro de la ciudad de Santa Fe;
- Su novia era hija del presidente de la Bolsa de Comercio. Kesler estuvo casado con Indiana Bonfanti, hija de Alfonso Bonfanti, quien fue el presidente de la Bolsa de Comercio entre 1969 y 1973. El matrimonio duró menos de un año porque él le dijo que se iba a jugar al básquet y nunca más regresó;
- Kesler fue detenido en julio de 1974 y posteriormente liberado;
- El 20 de octubre de 1974 se publicó que la Triple A había amenazado a “Kesller, hijo (comerciante)”.
Los casos
La fiscalía le imputa a Kesler haber contribuido con los secuestros de cuatro personas, a quienes él dice desconocer:
- María Adelina Zamaro y Nilsa María Urquía. Ambas militaban en el PRT y eran abogadas de presos políticos. Zamaro, además, trabajaba en Nuevo Diario y había sido elegida delegada del sindicato gráfico. Las dos fueron secuestradas el 14 de noviembre de 1974 en Diagonal Aguirre 2537, Santa Fe. Sus cuerpos aparecieron en el arroyo Cululú dos días después con signos de haber sido torturadas. Según la autopsia que practicó un médico policial, habían sido sumergidas en el agua cuando todavía estaban vivas.
- César Orlando Zerbatto. Era el responsable político de la regional Santa Fe del PRT. Fue secuestrado el 16 de noviembre de 1974, posiblemente después de haber concurrido al domicilio desde donde se habían llevado a Zamaro y Urquía. Sigue desaparecido. En el informe, el infiltrado cuenta que había conocido a Zerbatto en la Escuela de Cuadros del PRT, aunque está mal escrito el apellido, y afirma que le decían “Darío”.
- Osvaldo Enrique Regazzoni. Fue detenido ilegalmente en dos oportunidades durante 1974. La primera, en julio de ese año, junto con Kesler mientras volanteaban en una protesta de un frigorífico. La segunda, el 19 de noviembre de 1974. Se lo llevaron de su casa en el barrio Las Flores. Su periplo incluyó la sede de la PFA en Santa Fe y las cárceles de Coronda, Villa Devoto y Chaco hasta que finalmente recuperó su libertad en febrero de 1977.
La Asociación de Prensa de Santa Fe (APSF), que es querellante en la causa, expresó su satisfacción por la detención de Kesler ante lo que considera un avance significativo en la investigación. El lunes convocó a una conferencia de prensa en la que reclamará que se avance con el procesamiento.
Malhaes, el coronel asesinado
El informe sobre Operacao Gringo (Operación Gringo) fue hallado en la casa de Paulo Malhaes en 2014. Malhaes fue un coronel que integró el Centro de Informaciones del Ejército brasileño. También fue parte del Movimiento Anticomunista (MAC). El 25 de marzo de 2014, se presentó ante la Comisión de Verdad de Brasil y aportó información escalofriante sobre la represión. Un mes después fue asesinado en su vivienda.
Los documentos hallados en el domicilio de Malhaes fueron aportados por la excomisionada Nadine Borges, que declaró en el Juicio sobre el Plan Cóndor, que concluyó en 2016. Borges explicó que había un argentino que trabajaba como agente de inteligencia del Ejército brasileño y que firmaba como Eduardo Marttone.
Según explicó Borges, Malhaes declaró haber ordenado seguir a los exiliados que estaban en Río de Janeiro y hacer un álbum fotográfico para su identificación —muy similar al que se halló en 2020 en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y que habría sido confeccionado por la Jefatura II de Ejército.
Malhaes no solo recolectó información sino que tuvo una activa participación en el Plan Cóndor en coordinación con las fuerzas represivas argentinas. El coronel habría participado, además, del secuestro del dirigente montonero Norberto Habegger en 1978.
Página 12