«Estamos a muy poco de poder dolarizar», sostuvo esta semana Javier Milei, mientras su proyecto de ley Bases para la Libertad perdía artículos por el camino del debate parlamentario. El Presidente es un dogmático y, aunque la práctica muchas veces le tuerza el rumbo, está firme en su pensamiento de que debe dolarizar o se hundirá la economía hasta un pozo en el que su popularidad se escurrirá. Considera que si se limitara a aplicar sólo el ajuste fiscal, terminaría profundizando la caída heredada del PBI, con lo que disminuiría la recaudación tributaria y, por tanto, se incumpliría la meta de déficit financiero (después de pago de deuda) cero. Admite que si logra revertir los fallos contrarios a la reforma laboral que decretó en diciembre pasado, en plena recesión no serviría para cumplir su anhelo de incentivar la contratación de empleados sino, por el contrario, contribuiría a los despidos. Por eso, insiste en que la adopción del dólar es la tabla de salvación para bajar la inflación sin tener que hacerlo a costa de un derrape económico que profundice la miseria y el hambre. Aunque no parezca, dado que no le envía alimento a los comedores, el asunto de la pobreza le preocupa. En su gobierno calculan que este mes volverán a asistir a las ollas y merenderos, dos meses después del arranque de la gestión y del fogonazo inflacionario, pero les enviarán dinero, y no comida, bajo el supuesto de que así podrán controlar mejor que llegue a los beneficiados.
De acuerdo con la perspectiva del jefe de Estado, lo que está haciendo ahora su ministro de Economía, Luis Caputo, consiste en aplicar un plan de transición para disminuir las dificultades de dolarizar. Pese a que a mediados de 2023 el entonces candidato presidencial juraba que había firmado acuerdos confidenciales con inversores del exterior para que le presten los dólares necesarios para reemplazar los pesos, cuando llegó al poder se dio cuenta de que carecía de ellos y que la conversión iba a implicar entonces un astronómico salto del tipo de cambio. Entonces, en lugar de seguir el programa que le había trazado Emilio Ocampo, optó por el que el ofreció el ex ministro de Finanzas que tanto había endeudado a la Argentina en el gobierno de Mauricio Macri. Se suponía que así podrá dolarizar a un tipo de cambio moderado y sin riesgos.
Caputo y su hombre al frente del Banco Central, Santiago Bausili, arrancaron licuando las deudas en pesos del Banco Central, las Letras de Liquidez (Leliq), en manos de los bancos, bajándoles las tasas de interés. Como las entidades bancarias tomaban esos instrumentos con el dinero de los ahorristas, les trasladaron a ellos la merma de tasas a los plazos fijos. Licuadora para depositantes, como también le ocurre a asalariados y jubilados. Así se busca sanear el balance de la autoridad monetaria, absorber el exceso de pesos en el mercado, mantener acotada la brecha cambiaria —ahora ronda el 50%, cuando el año pasado llegó al 200%— y acumular reservas —se elevaron de US$ 21.000 millones a 25.000 millones desde que empezó este gobierno—. Para ello, Caputo y Bausili devaluaron al comienzo de su gestión y recurrieron a una práctica que conocen bien como la de endeudarse en dólares con el bono Bopreal con tal de solucionar la paralizante deuda de importadores con el extranjero que dejaron sus antecesores, Sergio Massa y Miguel Pesce. Este título al principio encontraba poca aceptación entre las empresas adeudadas, pero con el correr de las semanas fue ganando confianza y comenzó a destrabarse el parate de las compras externas al menos para las grandes compañías como las automotrices multinacionales. No así para otras firmas de menor tamaño como las farmacéuticas locales.
Con todas estas medidas y con las desregulaciones económicas y ajustes fiscales dispuestos por el decreto de necesidad y urgencia (DNU) y el proyecto de ley Bases, el Gobierno buscaba provocar un shock de confianza en los mercados financieros. Milei ha logrado seducir nada menos que al mayor millonario del mundo, Elon Musk, y al CEO del fondo de inversión más voluminoso, BlackRock, Larry Fink, por ahora conversa con ellos por Zoom, pero para las inversiones concretar esperarán a que materialice sus reformas con éxito. En el entorno presidencial saben que si el DNU se frena la Justicia o en el Congreso o la iniciativa ómnibus queda hecha una combi o una rural de siete asientos, después de tantas concesiones a la oposición para bajar artículos, los inversores pueden reaccionar vendiendo acciones y bonos, comprando dólares paralelos y ampliando la brecha. También reconocen que si tantas reformas económicas y tanto ajuste fiscal —habrá más podas de gastos ante la falta de consenso legislativo para subir impuestos— no conducen a una recuperación económica sino a una profundización al menos inicial de la caída, entonces la fe de los mercados se perderá. Por algo Ocampo consideraba que era un error apostar primero a lo fiscal y la desregulación para después ir a lo monetario. Consideraba que primero debía dolarizarse para que sin inflación se pudieran acometer esas dos tareas con posterioridad.
En un gobierno improvisado como el actual, si sigue el plan dolarizador que Caputo le prometió a Milei, entre febrero y abril el ministro debería dar los próximos pasos para dolarizar. Eso incluye ofrecerle instrumentos de inversión a quienes aún persisten en pesos. En mayo o junio debería llegar el tiempo de aplicar la «competencia de monedas», como dice Milei, en la que los argentinos «es probable que en un momento inicial elijan el dólar». Domingo Cavallo, el exministro de Economía que derrotó la hiperinflación en 1991 y después condujo al país a la hiperdepresión en 2001, está aconsejando en privado a Milei y acaba de publicar en su página web que debe «retomar el proyecto de dolarización», también entendido como la convivencia entre la moneda norteamericana y la argentina. Cavallo toma como referencia el bimonetarismo que existe en Perú y Uruguay, donde en el día a día se usa el peso pero se utiliza el dólar para determinadas operaciones mayores como la compra de electrodomésticos, viajes al exterior, autos o propiedades. No se eliminaría la moneda local, como ocurrió en El Salvador y Ecuador.
Entre los empresarios locales que vienen apoyando a Milei y su proyecto dolarizador desde la campaña, incluidos los de tecnología, logística y materias primas, se ilusionan con que si dolariza en este primer semestre, su gobierno pasará a ser «el mejor de la historia». Así de grandilocuentes son, como su admirado presidente. Pero si termina siguiendo el consejo de sus aliados del PRO, los hombres de negocios libertarios temen que el León se acerque «a las puertas del infierno, del helicóptero», con una inflación alta y una economía que caiga 6% o 7% —no 2,8%, como predice el Fondo Monetario Internacional (FMI)—, con desempleo creciente y un equilibrio fiscal esquivo. Temen un «desastre» si el método de bajar la inflación radica en seguir hundiendo la economía. Observaron que eso fue lo sucedido este enero. Lo mismo advierten en las automotrices, cuyas ventas cayeron 33% el primer mes de 2023, el peor arranque en 20 años. En las multinacionales del automóvil temen por la dolarización porque les restaría competitividad, como sucedió con la convertibilidad (paridad fija $1 por US$1) de Cavallo. Pero al mismo tiempo celebran las desregulaciones y las eliminaciones de trámites burocráticos de la nueva administración. También hay sectores económicos que aprovechan las liberalizaciones de Milei para mejorar sus negocios, como las prepagas, y otros que las resisten, como las industrias llamadas «sensibles», encabezada por la textil, porque temen que tarde o temprano deban competir con lo importado.
Pero antes de dolarizar, el Gobierno debe sostener la confianza del mercado y para ello debe buscar nuevos ingresos para recaudar y nuevos gastos para acortar. Por falta de consenso con la oposición moderada, debió quitar del proyecto Bases la derogación de la movilidad jubilatoria —quería subir los haberes a discreción—, la suba de retenciones a la exportación, la moratoria impositiva, el blanqueo de capitales y la reforma de Bienes Personales —para permitir un adelanto del pago de los futuros cinco años y una rebaja de alícuotas—. También tuvo que retirar el proyecto para que los empleados que más cobran paguen Ganancias. Así que optó por subir este mes, en marzo, abril y mayo el impuesto a los combustibles, alza que ya estaba autorizada por el Congreso.
Pese a los temores de Milei sobre la recesión y su impacto recaudatorio, Caputo confía en que la recolección de impuestos sea mayor a la esperada. Temía una caída económica superior en enero a la que finalmente ocurrió. Además espera una cosecha mejora a la calculada cuando asumió en el Palacio de Hacienda en diciembre pasado. Hace tres semanas, la Bolsa de Comercio de Rosario festejaba las lluvias de fines de 2023 y principios de 2024 y calculaba que la cosecha de maíz, entre marzo y junio, batiría un récord. La de soja, que se hace en simultáneo, también ofrecía buenas perspectivas. Pero en los últimos 15 días las altas temperaturas —la Argentina sufre el mayor calor de América esta semana— han comenzado a azotar las plantas y en la Mesa de Enlace ahora temen que no se alcance el récord. Será, de todos modos, una cosecha mucho mejor que la de 2023, con la peor sequía en seis décadas, pero tampoco para dar la vuelta olímpica. La Bolsa de Rosario está esperando los datos duros para revisar sus pronósticos, pero mientras tanto advierte de que la rentabilidad en el norte de la zona núcleo —la más fértil del país–, que corresponde a la provincia de Córdoba, es la más baja de los últimos cuatro años porque se encarecieron los insumos —incluido el combustible— y bajaron las cotizaciones internacionales de la soja y el maíz —en parte por la mejor cosecha que la de 2023—. Un poderoso empresario de la alimentación alerta que si no llueve y no se arriba a consensos en el Congreso, el contexto económico se debilitará aún más.
Los mercados, por ahora, siguen confiando en Milei y así lo demuestran los valores de acciones, bonos y del peso, que estaban por el piso en el anterior gobierno. En parte creen en que el presidente le buscará la vuelta para ajustar por otra parte lo que no pueda recaudar por impuestos. Ya con mantener la movilidad jubilatoria como está, podrá licuar todavía más los haberes, que ya venía esquilmados por las administraciones de Macri y Alberto Fernández. Pero ademas el Gobierno ha identificado nuevos presupuestos donde puede ajustar y que al principio no tenía en tanta consideración. Por ejemplo, el gasto social. La ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, a la que empieza a conocérsele la voz, comenzó a dar de baja planes sociales a personas que los recibían pese a incompatibilidades. Algo razonable. En cambio, se espera que deje de ajustar a los comedores justo cuando los alimentos encabezan los saltos de la inflación.
El adusto vocero presidencial, Manuel Adorni, ha prometido que el ajuste que no se logró hasta ahora recaerá todavía más sobre los giros a las provincias. Quizás eso lleve a los gobernadores a aceptar que se reinstale Ganancias, que es coparticipable y que les compensaría los recortes con la reposición de ingresos que les quitó Massa. Al menos esto especula el economista Juan Pablo Ronderos, de la consultora MAP. También prevé aumentos de tarifas de energía y transporte público mayores a los ya anunciados. Así y todo, Ronderos coindice con su colega Hernán Hirsch en que difícilmente se consiga el déficit financiero cero, tal vez sí el déficit primario (antes del pago de deuda) cero, con lo que Caputo debería recurrir al mercado local para hacer lo que más sabe, emitir deuda.
Milei planea insistir con algunas de las medidas que por ahora se retiraron del Congreso, como Ganancias, Bienes Personales, moratorio y blanqueo, pero si no prospera o si la recaudación termina siendo menor a la deseada, no descarta arremeter contra los evasores mediante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). El economista libertario que tan mal había hablado de los impuestos pero arrancó su presidencia queriendo subirlos quizás acabe usando a la jefa de AFIP, Florencia Misrahi, de tan bajo perfil, para perseguir a los muchos enemigos de diversos sectores económicos que por estas semanas hicieron lobby contra sus reformas. A esos que él tachó de «valijeros». Pero como lo suyo no es sólo ir contra la casta, tal vez a los contribuyentes de a pie también les llegue la presión de los sabuesos.
AR/JJD