Esquina: Tiene 15 años y recorre dos horas en canoa y a caballo para asistir a la escuela

En la zona conocida como El Malezal, en el departamento de Esquina, esta estudiante de 15 años recorre el camino entre arroyos, campos inundados y densa vegetación, para llegar al aula. «Es un desafío, pero me gusta la escuela», sostiene. «No faltó nunca», resaltan sus docentes.

Terminó el receso de invierno y las familias prepararon el retorno a clases, pensando en diversas cosas para llevar como uniformes, útiles, libros, pero para la mayoría la forma de llegar a la escuela no fue una gran preocupación.

Mirian también retornó a clases, pero asistir a la escuela para esta joven resulta una travesía de no menos de dos horas, pues el camino a recorrer es por El Malezal, una planicie con drenaje deficiente y escurrimiento lento, que durante gran parte del año está inundado.

Cuando la zona está seca y hay pocas precipitaciones, el camino se puede hacer en vehículo, a caballo o caminando, aunque por estrechos senderos cubiertos de arbustos y matorrales.

Pero desde hace varios meses es tiempo de agua en El Malezal, y a Mirian le toca la canoa, y por tramos el caballo, como movilidad junto a su padre. Deben navegar hacia su destino, la escuela, aunque también, por momentos, tendrán que embarrarse para empujar su «móvil» cuando se trabe por la densa vegetación o el barro.

La joven protagonista de esta historia es Mirian Soledad Cáceres de 15 años, quien vive en el paraje San Antonio, El Malezal, y cursa el segundo año del nivel secundario en la Escuela de Familia Agrícola (EFA) «Ñande Sy La Itatí» del Paraje Malvinas, en Esquina.

Cursa en la modalidad de alternancia, forma de educación rural en la que se asiste a la escuela por dos semanas, viviendo de lunes a viernes en el establecimiento escolar y los fines de semana en el hogar, y luego se pasa un período similar en las casas.

«El recorrido me lleva más de dos horas», explica, pero el tiempo varía dependiendo si hay mucha vegetación, si el agua está baja, si hay viento, situaciones que enlentecen la marcha de la canoa y los caballos.

Reconoce que además de cansador, pues rema junto a su padre, el trayecto también se complica cuando hace frío o llueve, y también cuando hace mucho calor».

Los últimos meses del año pasado y en el primer semestre de 2024 el avance de las aguas en El Malezal la obligó a hacer el recorrido casi en su totalidad en canoa desde su casa hasta un punto cercano a la escuela.

En tanto, en las últimas semanas antes del receso invernal de 2024, al bajar un poco las aguas, partían desde su casa en caballos, arrastrando la canoa por la maleza y el barro, y en las partes de aguas más profundas subían a la canoa, llevando los caballos a los costados.

Durante algunos meses del año 2023, en los que se registró déficit hídrico, pudo asistir a caballo con su padre, tardando casi una hora por lo agreste de la zona cuando desciende el agua, y hasta caminando, lo que le demandaba aproximadamente tres horas.

El itinerario

Desde muy niña, la canoa y el malezal están en la vida de Mirian, no obstante, los docentes reconocen el esfuerzo de esta alumna y de su padre, por lo que los días lunes al mediodía siempre la esperan a la vera del arroyo Malvinas, cerca del hospital del paraje Malvinas, y desde allí se trasladan en vehículo por casi 6 kilómetros hasta la escuela, mientras su padre regresará en la canoa y con los caballos cuando los traen.

Lo mismo hacen los viernes al finalizar la semana, dejándola sus docentes en ese punto de encuentro en el que la espera su padre, algunas veces con sus hermanos y su madre, para retornar a su paraje, San Antonio.

«Cuando vengo en la canoa casi todo el tiempo ayudo a mi papá a remar o a empujar», detalla Mirian.

Además de la larga distancia hasta la escuela, el trayecto es complicado porque no es de agua limpia sino con vegetación y en gran parte del tiempo más que remar «movemos la canoa con un palo largo» que apoyan en el lecho para impulsar la embarcación.

El recorrido es de a ratos por cursos de arroyos, por campos privados o caminos vecinales inundados, lagunas y otros desafíos, debiendo sortear pajonales, tacurúes, arbustos de todo tipo, vegetación flotante, y hasta pasar por lugares alambrados. A veces los caballos se retoban por lo difícil del terreno, rememora.

La distancia que recorren entre su casa y la zona del hospital es de aproximadamente ocho o nueve kilómetros, pero parecen muchos más por el esfuerzo que les demanda.

Como en su paraje no tienen prácticamente señal de internet, en algunas ocasiones salieron sin tener precisiones del pronóstico y tuvieron que mojarse en el medio del camino por la lluvia.

Mirian comenta que en el paraje otros estudiantes también van en canoa a sus escuelas, y eso suele ser parte de las cosas que hablan cuando están en sus casas, pero evita compararse con estudiantes para quienes es mucho más sencillo ir a la escuela.

Esfuerzo de Mirian, la familia y la escuela

«Numerosas veces llega embarrada, mojada, transpirada o con frío», comenta el profesor Roberto Javier Zupel, docente de la EFA y encargado de la «logística» para que la alumna pueda llegar a la escuela los lunes o volver a su casa los días viernes.

El docente, de forma irónica, señala que «organizar la asistencia de Mirian a la escuela también es una travesía», pues en la zona de El Malezal es muy precaria la señal de telefonía celular, por lo que todos los días domingos, y los mismo los días jueves, intercambian mensajes o llamados con el padre de la joven, «hasta que agarra la señal y podemos acordar el horario de encuentro al día siguiente».

Cuando hay pronósticos de precipitaciones intensas, o cuando no podrán buscarla, el docente se comprometió a llevar a la joven los viernes hasta la ciudad de Esquina y dejarla en la casa de los abuelos y la vuelve a traer a la escuela los lunes.

«La historia de Mirian es una muestra del esfuerzo de gran cantidad de estudiantes de la ruralidad», sostiene por su parte el profesor Carlos Leguizamón, director de la escuela EFA «Ñande Sy La Itatí».

En la escuela que dirige se valora sobremanera el compromiso de cada integrante de la institución, pues es común que se transiten extensas distancias para ir o regresar de clases, al ser una de las escuelas rurales más alejadas de zonas urbanas, distante a 85 kilómetros de la ciudad de Esquina, y a más de 120 kilómetros de otras localidades conocidas.

Sin embargo, admite que «la historia de Soledad es quizás una de las más admirables, y nunca falta».

Ejemplo de motivación

El profesor Leguizamón explica que Mirian tiene una opción de escuela secundaria un poco más cerca, pero eligió la EFA por la modalidad de alternancia.

«Muchos adolescentes y jóvenes desaprovechan la oportunidad de estudiar, y en nuestro establecimiento la mayoría debe realizar travesías para asistir, y eso también nos motiva como docentes», señala.

Al respecto, sostiene que la historia de Mirian es una clara muestra del trabajo social que la educación rural tiene para la contención de niños y adolescentes.

Comenta que, en la modalidad educativa de alternancia, el equipo docente con cierta frecuencia visita la casa de los estudiantes cuando están en el período de permanencia en el hogar, y en el caso de Mirian pudieron ir en automóvil a su casa en período de seca y fue sumamente complicado llegar, «ni me imagino lo que debe ser ir por agua a través de El Malezal».

En particular mencionó el acompañamiento de la familia de Mirian, quienes demuestran compromiso con la institución, y siempre están atentos a las actividades de la escuela, y hasta participan «viniendo toda la familia en canoa».

«Nos gratifica como docentes dar una mano para que Mirian pueda seguir estudiando, y acompañar así la decisión de su familia de que estudie, pues quizás lo más fácil sería dejarla trabajando en el campo», sostiene en tanto el profesor Roberto Zupel.

Su progreso en la escuela

Como casi la totalidad de las personas que viven en la zona de El Malezal, Mirian además del castellano habla frecuentemente el guaraní, y actualmente estudia inglés. Además de lo que aprende en la escuela, hace cursos a través de internet.

La computadora e internet son otras herramientas que encontró en la escuela, y que las sabe aprovechar. Recientemente se le entregó una notebook que le es de gran utilidad porque la puede usar también en su casa donde no tiene internet, aunque solo el tiempo que dura la batería «porque no tenemos energía eléctrica».

También es muy comprometida con las actividades productivas en la escuela y con las tareas que deben realizar en la casa en el período que no asisten a clases.

Mirada al futuro

Mirian es una alumna que tiene en claro que el esfuerzo de ahora es la base para poder realizar sus estudios secundarios. «Me gusta estudiar, me gusta la escuela», reitera. Le quedan aún cinco años hasta graduarse, no obstante, sus docentes confían en sus avances y esperan que las dificultades que representa «el camino» no sean motivos para que abandone la escuela.

«Vemos sus ganas y voluntad, y las de su familia, y creemos que seguirá estudiando», coinciden desde el plantel docente de la EFA «Ñande Sy La Itatí».

La segunda parte del año se espera una baja de las aguas en la zona, pero ello no incidirá sobremanera en el esfuerzo que deberán seguir haciendo Mirian, su familia y la escuela.

Fuente: época

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